Hoy vamos a sumergirnos en el mundo de poesía y sus rimas para dedicar este post a uno de los grandes movimientos de la historia de la humanidad, porque pocas cosas más hermosas existen como éstos versos y poemas del romanticismo cortos y bonitos que te hemos traído en Frases.Top, los mejores de los más grandes autores del romanticismo sobre el amor y la vida. ¡Vayamos a verlos!
Los Mejores Poemas del Romanticismo
1 Amor eterno de Gustavo Adolfo Bécquer
Seguramente conoces este poema, una hermosa colección de versos que comunican una promesa de amor eterno, de un amor que ni la misma muerte puede llegar a destruir. Sin duda, un poema de Gustavo Adolfo Bécquer precioso y digno de compartir con nuestra pareja:
Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡Todo sucederá!
Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.
Gustavo Adolfo Bécquer.
2 A Elizabeth de Edgar Allan Poe
Edgar Allan Poe es uno de los mejores escritores de todos los tiempos, fue apodado “El cuervo” por su poema más famoso. Sin embargo, no traemos hasta ti tal poema, sino uno igualmente precioso y lleno de significado:
¿Deseas ser amada? No pierdas pues
el rumbo de tu corazón. Sólo aquello
que eres has de ser, y lo que no eres no.
Así, en el mundo, tu modo sutil, tu gracia,
tu bellísimo ser, serán objeto de elogio sin fin
y el amor, un sencillo deber.
Edgar Allan Poe.
3 El Giaour de Lord Byron
Un poema oscuro nos trae Lord Byron, al principio parece una especie de maldición hacia un ser abominable capaz de matar a las mujeres que conforman su familia, estos versos te llevan a ser un demonio, un cadáver viviente que comete una atrocidad llevado por demonios menores con un horrible final:
Pero antes, sobre la tierra, como vampiro enviado,
tu cadáver del sepulcro será exiliado;
entonces, lívido, vagarás por el que fuera tu hogar,
y la sangre de los tuyos has de arrancar;
allí, de tu hija, hermana y esposa,
a media noche, la fuente de la vida secarás;
Aunque abomines aquel banquete, debes, forzosamente,
nutrir tu lívido cadáver andante,
tus víctimas, antes de expirar,
en el demonio a su señor verán;
maldiciéndote, maldiciéndose,
tus flores marchitándose están en el tallo.
Pero una que por tu crimen debe caer,
la más joven, entre todas, la más amada,
llamándote padre, te bendecirá:
¡esta palabra envolverá en llamas tu corazón!
Pero debes concluir tu obra y observar
en sus mejillas el último color;
de sus ojos el destello final,
y su vidriosa mirada debes ver
helarse sobre el azul sin vida;
con impías manos desharás luego
las trenzas de su dorado cabello,
que fueron bucles por ti acariciados
y con promesas de tierno amor despeinados;
¡pero ahora tú lo arrebatas,
monumento a tu agonía!
Con tu propia y mejor sangre chorrearán
tus rechinantes dientes y macilentos labios;
luego, a tu lóbrega tumba caminarás;
ve, y con demonios y espíritus delira,
hasta que de horror estremecidos, huyan
de un espectro más abominable que ellos.
Lord Byron.
4 Un Sueño de William Blake
El siguiente poema rompe la oscuridad en la que nos sumió el anterior, en este podemos transportarnos a un sueño de lo más surreal donde una hormiga, una luciérnaga y un escarabajo comparten opiniones y penas:
Cierta vez un sueño tejió una sombra
sobre mi cama que un ángel protegía:
era una hormiga que se había perdido
por la hierba donde yo creía que estaba.
Confundida, perpleja y desesperada,
oscura, cercada por tinieblas, exhausta,
tropezaba entre la extendida maraña,
toda desconsolada, y le escuché decir:
«¡Oh, hijos míos! ¿Acaso lloran?
¿Oirán cómo suspira su padre?
¿Acaso rondan por ahí para buscarme?
¿Acaso regresan y sollozan por mí?»
Compadecido, solté una lágrima;
pero cerca vi una luciérnaga,
que respondió: «¿Qué quejido humano
convoca al guardián de la noche?
Me corresponde iluminar la arboleda
mientras el escarabajo hace su ronda:
sigue ahora el zumbido del escarabajo;
pequeña vagabunda, vuelve pronto a casa».
William Blake.
5 Conócete a Ti Mismo de Georg Philipp Freiherr von Hardenberg
Georg Philipp Freiherr von Hardenberg gran poeta alemán nos trae un poema del romanticismo único y muy especial, es un poema que nos lleva por un viaje de autoconocimiento, un viaje que nos recuerda que el ser humano a veces no cumple en vida una tarea que le facilitaría todo lo demás: conocerse a sí mismo.
Una cosa sólo ha buscado el hombre en todo tiempo,
y lo ha hecho en todas partes, en las cimas y en las simas
del mundo.
Bajo nombres distintos –en vano– se ocultaba siempre,
y siempre, aun creyéndola cerca, se le iba de las manos.
Hubo hace tiempo un hombre que en amables mitos
infantiles
revelaba a sus hijos las llaves y el camino de un castillo
escondido.
Pocos lograban conocer la sencilla clave del enigma,
pero esos pocos se convertían entonces en maestros
del destino.
Discurrió largo tiempo –el error nos aguzó el ingenio–
y el mito dejó ya de ocultarnos la verdad.
Feliz quien se ha hecho sabio y ha dejado su obsesión
por el mundo,
quien por sí mismo anhela la piedra de la sabiduría
eterna.
El hombre razonable se convierte entonces en discípulo
auténtico,
todo lo transforma en vida y en oro, no necesita ya los
elixires.
Bulle dentro de él el sagrado alambique, está el rey en él,
y también Delfos, y al final comprende lo que significa
conócete a ti mismo.
Georg Philipp Freiherr von Hardenberg.
Poemas del Romanticismo Cortos
6 Negra Sombra de Rosalía de Castro
Aunque cuando se traduce un poema se pierde parte de su esencia, esto no ocurre con la traducción del poema original en gallego de Rosalia de Castro. Esta autora, considerada como parte del postromanticismo nos muestra las sombras que habitan en ella, en el ser humano y en lo que nos rodea en un hermoso poema con el que nos podemos sentir identificados:
Cuando pienso que te huyes,
negra sombra que me asombras,
al pie de mis cabezales,
tornas haciéndome mofa.
Si imagino que te has ido,
en el mismo sol te asomas,
y eres la estrella que brilla,
y eres el viento que sopla.
Si cantan, tú eres quien cantas,
si lloran, tú eres quien llora,
y eres murmullo del río
y eres la noche y la aurora.
En todo estás y eres todo,
para mí en mí misma moras,
nunca me abandonarás,
sombra que siempre me asombras.
Rosalía de Castro.
7 La mujer caída de Víctor Hugo
Hermoso poema de Víctor Hugo que va contra las convenciones sociales de cualquier época, se trata de versos cortos atemporales que siempre deberíamos mantener presentes antes de dejarnos llevar por las críticas ácidas que los chismes y murmuraciones pueden provocar:
¡Nunca insultéis a la mujer caída!
Nadie sabe qué peso la agobió,
ni cuántas luchas soportó en la vida,
¡hasta que al fin cayó!
¿Quién no ha visto mujeres sin aliento
asirse con afán a la virtud,
y resistir del vicio el duro viento
con serena actitud?
Gota de agua pendiente de una rama
que el viento agita y hace estremecer;
¡perla que el cáliz de la flor derrama,
y que es lodo al caer!
Pero aún puede la gota peregrina
su perdida pureza recobrar,
y resurgir del polvo, cristalina,
y ante la luz brillar.
Dejad amar a la mujer caída,
dejad al polvo su vital calor,
porque todo recobra nueva vida
con la luz y el amor.
Víctor Hugo.
8 La paloma de John Keats
Un poema que nos habla de las consecuencias funestas de cortas las alas de aquello que amamos, John Keats nos regala otro poema atemporal del Romanticismo con un gran significado y una enseñanza que debemos tener en cuenta respecto al amor y a la libertad:
Una paloma tuve muy dulce, pero un día
se murió. Y he pensado que murió de tristeza.
¡Oh! ¿Qué le apenaría? Sus pies ataba un hilo
de seda, y con mis dedos lo entrelacé yo mismo.
¿Por qué morías, tú, de pies lindos y rojos?
¿Por qué dejarme, pájaro tan dulce? ¿Por qué? Dime.
Muy solito vivías en el árbol del bosque:
¿Por qué, gracioso pájaro, no viviste conmigo?
Te besaba a menudo, te di guisantes dulces:
¿Por qué no vivirías como en el árbol verde?
John Keats.
Poemas del Romanticismo Bonitos
9 No te detengas de José de Espronceda
El extremeño José de Espronceda es un poeta que debido a su trabajo llegó a ser considerado como el padre del Romanticismo temprano en España, en sus poemas podemos encontrar el verdadero origen del Romanticismo. Era un político y periodista que fue exiliado durante el reinado de Fernando VII y nos dejó poemas tan maravillosos y motivadores como el siguiente:
No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
“Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los “poetas vivos”.
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas…
José de Espronceda.
10 El reino de las hadas de Edgar Allan Poe
Hermoso poema de Edgar Allan Poe que nos transporta a un mundo mágico donde las hadas y todo lo que existe se nos presenta con un trazo fresco y mágico que nos lleva de la mano a un viaje a medianoche por el reino de las hadas:
Valles oscuros, torrentes umbríos,
Bosques nebulosos en los cuales nadie puede descubrir
las formas a causa de las lágrimas que gota a
gota se lloran de todas partes!
Allá, lunas desmesuradas
crecen y decrecen, siempre, ahora,
siempre, a cada instante de la noche, cambiando
siempre de lugar, y bajo el hálito de sus faces
pálidas ellas oscurecen el resplandor de las
temblorosas estrellas.
Hacia la duodécima
hora del cuadrante nocturno una luna más
nebulosa que las otras, -de una especie que las
hadas han probado ser la mejor, -desciende
hasta bajo el horizonte y pone su centro sobre
la corona de una eminencia de montañas, mientras
que su vasta circunferencia se esparce en
vestiduras flotantes sobre los caseríos, sobre las
mismas mansiones distantes, sobre bosques
extraños, sobre la mar, sobre los espíritus que
danzan, sobre cada cosa adormecida, y los sepulta
completamente en un laberinto de luz.
Y entonces, ¡cuán profundo es el éxtasis de
ese su sueño! De mañana, ellas se levantan, y su
velo lunar vuela por los cielos mientras se agitan
como pálido albatros al soplo de la tempestad
que las sacude como a casi todas las cosas.
Pero cuando las hadas que se han refugiado
bajo esa luna de la que se han servido, por así
decirlo, como de una tienda, la dejan, no pueden
jamás volver a encontrar abrigo. Y los átomos
de ese astro se dispersan y se convierten bien
pronto en una lluvia, de la cual las mariposas
de esta tierra, que buscan en vano los cielos
y vuelven a descender, -¡criaturas jamás
satisfechas! -nos devuelven partículas a veces
sobre sus alas estremecidas.
Poemas del Romanticismo de Amor
11 Quien no ama no vive de Víctor Hugo
Este hermoso poema de Víctor Hugo nos lleva a nuestra propia necesidad de amar y ser amados, de experimentar y vivir el amor en todos sus significados, luches y sombras, el amor es una de las experiencias de vida que no podemos dejar pasar si queremos jactarnos de haber disfrutado la vida en plenitud:
Quienquiera que fueres, óyeme:
si con ávidas miradas
nunca tú a la luz del véspero
has seguido las pisadas,
el andar suave y rítmico
de una celeste visión;
O tal vez un velo cándido,
cual meteoro esplendente,
que pasa, y en sombras fúnebres
ocúltase de repente,
dejando de luz purísima
un rastro en el corazón;
Si sólo porque en imágenes
te la reveló el poeta,
la dicha conoces íntima,
la felicidad secreta,
del que árbitro se alza único
de otro enamorado ser;
Del que más nocturnas lámparas
no ve, ni otros soles claros,
ni lleva en revuelto piélago
más luz de estrellas ni faros
que aquella que vierten mágica
los ojos de una mujer;
Si el fin de sarao espléndido
nunca tú aguardaste afuera,
embozado, mudo, tétrico
mientras en la alta vidriera
reflejos se cruzan pálidos
del voluptuoso vaivén),
Para ver si como ráfaga
luminosa a la salida,
con un sonreír benévolo
te vuelve esperanza y vida
joven beldad de ojos lánguidos,
orlada en flores la sien.
Si celoso tú y colérico
no has visto una blanca mano
usurpada, en fiesta pública,
por la de galán profano,
y el seno que adoras, próximo
a otro pecho, palpitar;
Ni has devorado los ímpetus
de reconcentrada ira,
rodar viendo el valse impúdico
que deshoja, mientras gira
en vertiginoso círculo,
flores y niñas al par;
Si con la luz del crepúsculo
no has bajado las colinas,
henchida sintiendo el ánima
de emociones mil divinas,
ni a lo largo de los álamos
grato el pasear te fue;
Si en tanto que en la alta bóveda
un astro y otro relumbra,
dos corazones simpáticos
no gozasteis la penumbra,
hablando palabras místicas,
baja la voz, tardo el pie;
Si nunca al roce magnético
temblaste de ángel soñado;
si nunca un Te amo dulcísimo,
tímidamente exhalado,
quedó sonando en tu espíritu
cual perenne vibración;
Si no has mirado con lástima
al hombre sediento de oro,
para el que en vano munífico
brinda el amor su tesoro,
y de regio cetro y púrpura
no tuviste compasión;
Si en medio de noche lóbrega
cuando todo duerme y calla,
y ella goza sueño plácido,
contigo mismo en batalla
no te desataste en lágrimas
con un despecho infantil;
Si enloquecido o sonámbulo
no la has llamado mil veces,
quizá mezclando frenético
las blasfemias a las preces,
también a la muerte, mísero,
invocando veces mil;
Si una mirada benéfica
no has sentido que desciende
a tu seno, como súbito
lampo que las sombras hiende
y ver nos hace beatífica
región de serena luz;
O tal vez el ceño gélido
sufriendo de la que adoras,
no desfalleciste exánime,
misterios de amor ignoras;
ni tú has probado sus éxtasis,
ni tú has llevado su cruz.
Víctor Hugo.
12 Rima XXIII de Gustavo Adolfo Bécquer
Para descansar la vista luego de un poema tan extenso y hermoso como el anterior, te ofrecemos la Rima XXIII de Gustavo Adolfo Bécquer, no por ser corta deja de ser bonita, expresa perfectamente lo que somos capaces de entregar por amor:
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso… ¡Yo no sé
qué te diera por un beso!
Gustavo Adolfo Bécquer.
Versos del Romanticismo de Grandes Autores
13 El hada de William Blake
Hermoso poema de William Blake que nos habla del matrimonio y sus venenos y como solo el amor verdadero y su hermosura pueden actuar contra él y convertirlo en un auténtico clímax de amor:
Acudid, gorriones míos,
flechas mías.
Si una lágrima o una sonrisa
al hombre seducen;
si una amorosa dilatoria
cubre el día soleado;
si el golpe de un paso
conmueve de raíz al corazón,
he aquí el anillo de bodas,
transforma en rey a cualquier hada.
Así cantó un hada.
De las ramas salté
y ella me eludió,
intentando huir.
Pero, atrapada en mi sombrero,
no tardará en aprender
que puede reír, que puede llorar,
porque es mi mariposa:
he quitado el veneno
del anillo de bodas.
William Blake.
14 Cuando las suaves voces mueren de Percy Bysshe Shelley
En este corto poema del romanticismo del famoso escritor inglés Percy Bysshe Shelley podemos encontrarnos con la transformación de los eventos, emociones y cosas en recuerdos, en su verdadera esencia a través de nuestra mente:
Cuando las suaves voces mueren,
su música aún vibra en la memoria;
cuando las dulces violetas enferman,
su fragancia se prolonga en los sentidos.
Las hojas del rosal, cuando la rosa muere,
se apilan para el lecho del amante;
y así en tus pensamientos, cuando te hayas ido,
el amor mismo dormirá”
Percy Bysshe Shelley.
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